jueves, 28 de marzo de 2013

2x1

Estoy en un teatro, en la platea, sentada en una butaca, charlando con una amiga. Hay mucha gente del ghetto. Aparece un camarógrafo de tv y se acerca Gustavo para salir en la foto al lado mío. Se me tira encima, sonriendo para la cámara. Yo me tapo la cabeza con una sábana y digo: Dejame, tarado. Me despierto.

* * * 

Estoy con Jota en el Equipo Argentino de Antropología Forense. Encontraron los restos de Jose. Hay una cajita de chapadur parecida a aquéllas donde se guardaban las fotos originales de los desaparecidos en ***. En esa cajita, apoyada en el suelo, están los huesos. Los toco, no me dan asco. Hay también un documento, una especie de formulario con toda la información sobre el hallazgo. Ahí leo que el cuerpo de Jose tenía 10 balazos. Viene M., el detective forense. Me abrazo a él llorando: A mi papá le pegaron 10 balazos, a mi papá le pegaron 10 balazos, desesperada. Lloro hasta que me tranquilizo. Después veo que al lado de la caja con los restos de Jose, hay otra. Son los restos de Paty. También está el documento. Leo: el cuerpo recibió 256 balazos. Le digo a Jota: no puede ser 256 balazos, tiene que haber estallado, qué ensañamiento.

Me doy cuenta de que en la misma habitación está Gustavo. Me fastidia pero tengo que compartir esto con él. Le digo con mala onda: ahí están los huesos y un documento que explica todo, y le señalo las cajas con la cabeza. Me despierto.

lunes, 25 de marzo de 2013

(Me pongo solemne y sesuda) Sobre filiaciones y duelo

En rigor, el texto que sigue no pertenece a este blog. Pero como carezco de house organ lo pego acá.
Lucila Quieto me pidió un texto para acompañar su muestra de fotos, collages y videos "Filiación", que se inauguró el sábado pasado en el Conti. Esto es lo que pude escribir, en diálogo con esas imágenes y con los debates abiertos por el Colectivo de hijos.
La muestra se puede visitar hasta el 2 de junio y la recomiendo, si te da el cuero para entrar a la Esma, claro.



Sobre filiaciones y duelos

Poco sabemos de las múltiples maneras de experimentar la orfandad de desaparecidos y asesinados. Se nos ofrece para el consumo el estereotipo del “hijo” clase media, militante, intelectual o artista. La mayoría silenciosa de los más de catorce mil huérfanos del terror de Estado desentona con esta imagen tranquilizadora. Volver a las fotos que Lucila Quieto tomó de sí y de sus compañeros a fin de siglo, revela la manera en que esa construcción identitaria, rebelde en su momento, ha ido sedimentando en capas a las que la palabra “arqueología” les queda cada vez mejor. Aquellas fotos exhibían la necesidad de estar juntos, la imposibilidad y el artificio. Sobre todo, el artificio. ¿Qué muestran hoy, en este presente saturado de pasado, y en este lugar, la ESMA, que se resiste a devenir ex ESMA?

Como capas arqueológicas, Lucila acumula sobre su primera obra estos renovados intentos de encontrar a su padre. La filiación incluiría aquel trabajo paradójico de escarbar en la ausencia. Si hechos inéditos demandan palabras inéditas, habrá que inventar un verbo reflexivo para este filiar(se) en torno al vacío. Y habrá que duelar en lugar de hacer el duelo, porque hacer el duelo tiende hacia un final que la desaparición parece suspender indefinidamente. Duelar sin suponer un resultado, un duelo hecho, normal, sanito. Difícil discernir si Lucila se filia o duela cuando insiste: ¿cómo era mi padre y dónde está? Junto a la actualidad de estas preguntas, detecto un principio de hastío que quizás sea el mío.

La cámara de Lucila interroga a los muros de los campos de concentración y a la superficie del río, pero los muros y el río callan. Y contra ese silencio no hay nada. Ni la justicia puede ser un ideal ni un padre es todos los padres. Lucila observa y comparte los rituales de otros huérfanos pero reclama: ¿cómo era, cómo sería hoy mi padre? Sus ojos, su boca, no cualquier cuenca ni cualquier dentadura ni cualquier poema que hable de unos ojos o una boca.

Lucila juega (si se puede jugar sin alegría) a mezclar los rasgos familiares para imaginar a su padre. Nuevamente, lo que queda de manifiesto es el propio artificio. Pero esta vez Lucila apela también al grotesco, cuando compone una foto de familia monstruosa, desencajada, descoyunturada. El grotesco emerge como gesto crítico vuelto sobre la propia práctica de filiarse y duelar.


Mariana Eva Perez
Berlín, febrero de 2013




jueves, 21 de marzo de 2013

Dos personajes

Qué pena que el otro día uno de mis abogados* en-los-múltiples-juicios-civiles-que-me-inició-Gustavo me pidiera expresamente: no escribas sobre nosotros en el blog.
Me los guardo para una futura novela o para mi regreso triunfal al teatro, entonces.
A menos que el cosaco ruso quiera dictarme sus escandalosas "Memorias de un abogado en el fuero comercial", que con gusto transcribiría.


* Decir "mis abogados" parece que tiene glamour, pero les juro que no. Da más bien sensación de forajida.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Aviso al lector

En cualquier momento este blog muta y se convierte en:

"Nuevas aventuras (judiciales) de una princesa montonera"

Con toda la actualidad en lo civil y en lo criminal correccional federal.

¿Te lo vas a perder?