sábado, 3 de agosto de 2013

Una tuca con Jose

Jose volvió y me abraza largamente. Tengo total conciencia de estar soñando y de que en ese sueño y ese abrazo el amor es real, mi amor de hija hacia él, real.
En el sueño vivo con Argentina, ya muy vieja y enferma. Creo que también está el abuelo por ahí pero no dice ni hace nada.
No es la primera vez que Jose vuelve. Viene muy de tanto en tanto desde que voy a la secundaria. Ahora tiene mi edad, 36, y yo también tengo 36 en el sueño. Es fotógrafo y trabaja para los milicos. Es trabajo esclavo pero al mismo tiempo se cumplió la ilusión de Argentina, Jose los engañó, zafó.
Es hermoso, simpático, seductor, siento de verdad en el cuerpo, en las entrañas, ese enamoramiento que en el Diario es una idea. Argentina también está loca por él. Estoy a punto de decirle: somos las únicas dos mujeres sobre la tierra que no podemos estar con él. En un sentido sexual, claro. No lo digo.
Su cara no es la de las fotos, no es como si su foto se hubiera puesto en movimiento. No hay nada discordante pero no se parece. Sin embargo, siento que éste es más mi padre que el de las fotos. Tiene puesta una remera y en un momento me parece muy ancho de tórax.
La casa en la que vivimos queda en Riobamba entre Marcelo T. de Alvear y Santa Fe, a la vuelta de mi colegio secundario. En un momento anuncio que me tengo que ir a cursar. Ya no voy a la escuela pero sí tengo que ir a vuelta a cursar tres materias.
Jose me habla de una casa en la que vivimos antes donde había un baño muy feo, una especie de letrina. Le muestro el baño: es el mismo, pero reformado. Ahí está la letrina pero las paredes están recubiertas de azulejos blancos, y en lugar del escalón que suele haber en las duchas para que no se escape el agua, hay una pared alta que llega casi hasta el techo. No se entiende cómo se accede a ese baño.
Jose y yo conversamos mucho.
Le cuento que tengo (no ahí, ¿dónde?) la foto que le sacó al dibujo del caballo marrón y se asombra, y la del pozo de aire y luz inspirada en la tapa de Please please me y esto le causa gracia y también le da vergüenza, porque no se había dado cuenta de que copiaba esa foto de los Beatles y se había sentido muy original. Pienso también en las fotos que me sacó en brazos de Paty, pero me callo.
Le pregunto si leyó las obras de teatro de Paty. No sé si la llamo Paty en el sueño, o mamá, no tengo idea. Me pregunta los títulos, no los recuerdo, me dice que no, que nunca las leyó, pero sabe que existen.
No hablamos sobre qué pasó con Paty pero es obvio que está muerta.
Jose (que de pronto es un poco Jota) baja a comprar faso a la esquina. Le compra a Capitán Intriga, que es su amigo.
Hablamos de las otras veces que volvió. Dice que cuando yo era adolescente, no sabía qué decirme, porque no sabía qué me había explicado Argentina. Le digo, marcando mucho las palabras: YO NO ENTENDÍA NADA. 
Estamos en un balcón y Jose comenta que sólo le queda una tuca, que si tuviera más porro le gustaría fumar conmigo. Le contesto que yo también tengo una tuca. Fumamos cada uno la suya, en silencio, acodados en la baranda.
Nos sobrevuela la tristeza de saber que pronto se va a ir de nuevo.
Me despierto feliz y en paz.

* * *

Anoche Jota sintió por primera vez las patadas de Tilo.


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