viernes, 20 de noviembre de 2015

Ahora milito el post-hijismo

Una cosa divertida de la vida académica es el clima de estudiantina que se da en los congresos y talleres que duran varios días. El primer día no conocés a nadie, pero a fuerza de compartir cada minuto de las normalmente extenuantes jornadas, cada desayuno, cada almuerzo, cada cena, cada ponencia, las atrapantes y las somníferas, cada discusión apasionada (esto si hay argentinos, sino no) y cada silencio incómodo, para el momento de la despedida, el ánimo general es de micro a Bariloche. Aunque el tema de la conferencia sea siniestro, o precisamente más aún cuando lo es.

Así conocí a Patricio Pron, autor de un libro que me gusta mucho y que es primo del Diario. El suyo se titula El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, pero contrariamente a lo que el título sugiere, los papás en cuestión están vivos (grrr... siempre me da bronca que otros tengan padres). Patricio está escribiendo el prólogo para la edición española de mi libro. Ah sí, el Diario de una princesa montonera se publica en breve en España.

Lo que quería escribir acá para no olvidarlo: que hay zonas de experiencia comunes que no coinciden con las categorías con las que desde la academia, las leyes, el periodismo, se trata de dar cuenta de nosotros, los no mal pero injustamente llamados "hijos". Ah sí, ahora abjuro del término "hijis", no en vano pasaron todos estos años en los que me dediqué a tratar de desmenuzar estas cuestiones con todo el poder analítico de mi mente. Hay experiencias, decía, cualitativamente similares que desbordan, en los casos comparados que traigo a colación, nuestras condiciones de "hija de desaparecidos" e "hijo de militantes". El problema, una vez más, es el hijismo. ¿Por qué sólo nosotros somos hijos-de, si todos somos hijos de alguien? ¿Eh? ¿EH?