Hace 12 años
jueves, 27 de enero de 2011
Sueño con libro
Sueño que leo un libro que publicó Marina poco antes de morir. Se trata de algo relacionado con testimonios, algo novedoso y sensible. Pienso que me va a servir para mi investigación y que me lo tengo que llevar a Alemania. Me despierto y me esfuerzo por recordar, porque había descubierto algo importante en el libro de Maru, pero es inútil. El sueño, como la muerte, se lleva las palabras.
martes, 18 de enero de 2011
Poesía siempre
Cada vez que me subo a un avión, pienso en la muerte y en la escritura.
El avión está siempre a punto de estallar, partirse, caer. Yo evalúo mi producción literaria hasta el momento del siniestro. El balance es invariablemente negativo: no llevo escrita más que una parte ínfima de lo que podría haber hecho. Desperdicié mi vida. Fui apenas una joven promesa. Imagino editores ávidos que bucean en mis borradores inconclusos. Un poco me da vergüenza, es como si me vieran en bombacha, pero otro poco me gusta, me gusta, me encanta.
De pronto, como un avión que se cae, que se estrella, se murió Marina Kogan. No nos veíamos mucho, pero nos leíamos y nos escribíamos.
Marina también escribía.
Hoy soy yo la lectora ávida que busca algo de ella en blogs y revistas por donde pasó. Como si en alguna parte hubiera dejado cifrado el misterio de su vida tan breve y de su muerte tan repentina. Siento el impulso idiota de dejarle comentarios. Leo su tuiter y me parece imposible que no vaya a contestarme (algo lindo, siempre algo lindo) si le escribo. Es mi primera muerta contemporánea y además escribía.
La leo y pienso en la escritura y en lo más parecido que tenemos a la inmortalidad.
¡Hasta la poesía siempre, compañera!
El avión está siempre a punto de estallar, partirse, caer. Yo evalúo mi producción literaria hasta el momento del siniestro. El balance es invariablemente negativo: no llevo escrita más que una parte ínfima de lo que podría haber hecho. Desperdicié mi vida. Fui apenas una joven promesa. Imagino editores ávidos que bucean en mis borradores inconclusos. Un poco me da vergüenza, es como si me vieran en bombacha, pero otro poco me gusta, me gusta, me encanta.
De pronto, como un avión que se cae, que se estrella, se murió Marina Kogan. No nos veíamos mucho, pero nos leíamos y nos escribíamos.
Marina también escribía.
Hoy soy yo la lectora ávida que busca algo de ella en blogs y revistas por donde pasó. Como si en alguna parte hubiera dejado cifrado el misterio de su vida tan breve y de su muerte tan repentina. Siento el impulso idiota de dejarle comentarios. Leo su tuiter y me parece imposible que no vaya a contestarme (algo lindo, siempre algo lindo) si le escribo. Es mi primera muerta contemporánea y además escribía.
La leo y pienso en la escritura y en lo más parecido que tenemos a la inmortalidad.
¡Hasta la poesía siempre, compañera!
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