y cuando todo es duda y confusión, cuando el volumen de la radiolina mental sube hasta tapar todo lo demás, cuando cada silencio y cada canción se contradicen entre sí, ahí hay que dejar hablar a las manos. Escribo con todos los dedos, descanso en asdf jklñ y con el pulgar derecho apoyado en la barra espaciadora. Así me enseñaron en el curso optativo de mecanografía que hice en primer año de la secundaria. En ese momento estaba tan convencida de que lo mío era escribir que aprender mecanografía me resultaba imprescindible. La Underwood de mi abuelo Benjamín estaba en una de las cabeceras de la mesa del -llamémosle- living comedor. Era como una piedra, como un ancla echada ahí, en ese minúsculo departamento de dos ambientes en Matienzo y Zapata.
((ACÁ PUEDE VENIR UNO DE LOS TEXTOS DE MATIENZO)).
Dejar correr la escritura a través de los dedos y que aparezcan cosas como una evocación del curso de mecanografía, cuyo examen final no rendí. Claro, ya me habían publicado un LIBRO, ya había aprendido a tipear con los diez dedos, no necesitaba el diploma. Era nerd pero no tanto.
((OTRA COSA)).
Ahora hay una mujer parada delante de una ventana. Las copas de los tilos rozan las plantas de su balcón. Se llama Laura, Olga o también La Otra. Mira el balcón, todavía en la sombra de la mañana, mira las hojas moverse con el viento fuerte. Quiere abrir la puerta y salir al balcón pero la anticipación del frío la acobarda. Tal vez no es cobardía, es más bien un estado de parálisis vital. Sufre, Laura u Olga. Es un personaje triste. Todo lo que se escriba sobre ella será aburrido. Tal vez tiene un bebé, tal vez no.
¿Y la princesa montonera? ¿Vuelve con nuevas y fabulosas aventuras? El exilio berlinés, la reparación fallida, la causa penal por la desaparición de los papis, el acoso mediático de su Rucci personal, los éxitos académicos en las principales capitales europeas, las vacaciones al azar en Bretaña o Manchester, tal vez un bebé, tal vez no, todo eso a través de los lentes rosas de la princesa montonera.
(No hay otra manera de saberlo más que ésta).
((ACÁ PUEDE VENIR UNO DE LOS TEXTOS DE MATIENZO)).
Dejar correr la escritura a través de los dedos y que aparezcan cosas como una evocación del curso de mecanografía, cuyo examen final no rendí. Claro, ya me habían publicado un LIBRO, ya había aprendido a tipear con los diez dedos, no necesitaba el diploma. Era nerd pero no tanto.
((OTRA COSA)).
Ahora hay una mujer parada delante de una ventana. Las copas de los tilos rozan las plantas de su balcón. Se llama Laura, Olga o también La Otra. Mira el balcón, todavía en la sombra de la mañana, mira las hojas moverse con el viento fuerte. Quiere abrir la puerta y salir al balcón pero la anticipación del frío la acobarda. Tal vez no es cobardía, es más bien un estado de parálisis vital. Sufre, Laura u Olga. Es un personaje triste. Todo lo que se escriba sobre ella será aburrido. Tal vez tiene un bebé, tal vez no.
¿Y la princesa montonera? ¿Vuelve con nuevas y fabulosas aventuras? El exilio berlinés, la reparación fallida, la causa penal por la desaparición de los papis, el acoso mediático de su Rucci personal, los éxitos académicos en las principales capitales europeas, las vacaciones al azar en Bretaña o Manchester, tal vez un bebé, tal vez no, todo eso a través de los lentes rosas de la princesa montonera.
(No hay otra manera de saberlo más que ésta).