Ya le conozco todas las mañas a la enfermedad. Cuando me acuesto, pruebo durante unos instantes quedarme boca arriba. Si me duele la cabeza, es en seguida, y en tal caso me acomodo de costado y duele menos, casi no duele o incluso hay veces que no duele en lo más mínimo. Duermo con un brazo fuera del cubrecamas, que funciona como termostato y hace que se me destape la nariz. Siempre tengo a mano el almohadón con forma de marciano que me regaló Sil y si estoy tan congestionada que tengo que dormir sentada, me entrego a sus brazos. Si después me duele la espalda, me jodo.
Así hasta que la homeopatía vuelva a obrar otro milagro en mí como cuando dejé los antiobióticos y los derechos humanos.
Así hasta que la homeopatía vuelva a obrar otro milagro en mí como cuando dejé los antiobióticos y los derechos humanos.