lunes, 6 de agosto de 2012

Para que se relaman los podridos

Estoy con un grupo de chicas -mujeres jóvenes-. Somos cinco o seis. Nos movemos. ¿Estamos huyendo de algo? Es de noche, está oscuro, vamos de a dos o de a tres de un lugar a otro y nos volvemos a encontrar, siempre a la intemperie, en una esquina o un patio. Una de las chicas lleva un cochecito. En el cochecito hay dos bebés, un varón y una nena. No sé si son sus hijos. Ella camina por un lado, yo por otro, cuando vuelvo a verla no tiene el cochecito. Nadie lo tiene. Otra me explica, resignada: Patricia se olvidó los chicos.
Los imagino junto a bolsas negras de basura. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusto enormemenete tu libro La Princesa--- utilizas un formato descartonado para hablas de lo mas doloroso de nuestra historia y de la tuya. Creo tener alguna autoridad para emitir este jucio, soy el autor de El Oro de Moscy y La FEDE ente otros titulos. Suerte